Mujeres obispos en la Iglesia Católica: referencias históricas

Imagen

Traducción libre de Priscila.

Libro: “The Hidden History of Women’s Ordination”, Gary Macy, Oxford University Press. Págs. 53 a 58.

 

Existen sólo cinco referencias conocidas de mujeres obispos en el Cristianismo Occidental.

La más famosa es el mosaico del siglo IX “Teodora episcopa” en la Capilla de San Zeno de la Iglesia de Santa Práxedes en Roma. Una inscripción en un relicario de la misma iglesia identifica a Teodora como la madre del Papa Pascual I (817-824). Esta inscripción fecha el traslado de las reliquias el 20 de julio de 817. El “Liber pontificalis” nombra el padre de Pascual I como “Bonosus” sin más título. Más que probablemente, si Bonosus fuera clérigo, esto se habría señalado, lo que hace muy improbable que Teodora fuera la mujer de un obispo.

 La segunda inscripción epigráfica ofrece menos información. Una tumba fechada entre los siglos IV y VI figura dedicada a la “venerable mujer, episcopa Q”. Eisen identifica esta inscripción originariamente de Umbría y destaca que existen también inscripciones de presbíteras de este mismo período y localización que indican cierta saga de liderazgo femenino en el siglo V en Umbría. Madigan y Osiek localizan la inscripción en Roma y sugieren como fecha el 390. También ofrecen una identificación tentativa de “Q” como la madre o esposa del Papa Siricio (384-99).

 Brígida de Irlanda es descrita no sólo como obispo sino también habiendo superado exitosamente la ordenación al episcopado. La vida de Brígida (siglo IX) escrita en el “Bethu Brigte” describe cómo sucedió: “el obispo, habiendo sido intoxicado con la gracia de Dios no reconoció qué estaba recitando de su libro, y consagró a Brígida con las órdenes del obispo. “Esta virgen solitaria de Irlanda” dice Mel, “tendrá la ordenación episcopal”. Cuando estaba siendo consagrada, una impresionante columna ascendió desde su cabeza”. La referencia es extraordinaria por diversas razones. La primera, Brígida fue descrita como realmente ordenada al episcopado. Se la refiere como obispo, no de modo cortés o metafórico. Realmente fue ordenada, aunque fuera por accidente o incluso de modo único. Segundo, es incuestionable que la ordenación tuvo lugar. Como el obispo Mel observó, Brígida, una vez consagrada, era un obispo. Como mínimo para este autor irlandés del siglo IX, una mujer podía ser ordenada e incluso ordenada obispo.

 Hildeburga, la esposa de Segenfrid, obispo de Le Mans del 936 al 996, fue descrita como “episcopissa” al morir su marido. (…) Aunque el uso del diminutivo puede ser despreciativo, recuerda un tiempo en que el término episcopa era de alta consideración.

 (…) El canon 14 del concilio de Tours (567) dice: “ninguna multitud de mujeres debe seguir a un obispo que no tenga una episcopia. Por supuesto, el hombre se salva a través de la fidelidad a una mujer, del mismo modo que una mujer se salva mediante la fidelidad a un hombre, como el apóstol dijo (1 Cor, 16)”. Parece que el canon se refiere claramente a la mujer de un obispo, pese a que ésta era denominada “coinux” (esposa) y no episcopa. (…)

Gregorio de Tours, quien en general no tenía nada bueno que decir de las esposas de los clérigos, ofrece una imagen muy atractiva de la esposa de Namatio, un obispo de Clermont-Ferrand del siglo V. No sólo la distingue por su piedad y humildad, sino que fue también la donante de la iglesia de San Esteban. Como donante, se hizo cargo de la decoración.

(…) Las referencias a obispos casados son muy numerosas: unas positivas y otras negativas. En algunos casos “el hecho de que ella y su marido hubieran educado a sus hijos con éxito se consideraba muy favorable para su futuro episcopado”. Otros, en cambio, culpan a la mujer de poner en peligro la “pureza” del obispo. Estos testimonios reflejan la tensión acerca de la continencia (no relaciones sexuales) impuesta en el matrimonio episcopal, así como la propaganda a favor de la imposición del celibato para los clérigos.

En el fondo, se bascula entre un doble modelo de iglesia: para algunos obispos, sus mujeres eran, en efecto, compañeras de equipo. Iguales en estatus y virtud, formaban un equipo “aristocrático”, dirigiendo la heredad familiar para el bien de la iglesia. Sin embargo, para los otros obispos que buscan establecer un clero continente o célibe, las mujeres son un terrible impedimento. (…)

En conclusión, existen pocas referencias y muestran distintas situaciones. Lo que tiene en común, sin embargo, es que muestran a mujeres que administran propiedades de la iglesia: construyeron y amueblaron iglesias. Brígida es descrita como profundamente implicada en la administración de la iglesia de Irlanda. Como ella, las grandes abadesas del período también ejercieron una amplia jurisdicción. Se puede concluir, por lo menos, que las mujeres tuvieron parte en el ejercicio del ministerio del episcopado.


Deja un comentario