PIONERAS: MUJERES ABRIENDO CAMINOS. ENTREVISTA A CHRISTINE MAYR-LUMETZBERGER

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Artículo original en www.priesterinnen.net

Traducción de Priscila.

Que hace menos de 100 años en Austria las profesoras tuvieran prohibido casarse nos parece hoy incomprensible. Que las mujeres en la Iglesia Católica sólo puedan dedicarse a ser monjas o asistentes de pastoral está aparentemente aceptado. Gracias a Dios, no por todos, ya que existe un grupo de mujeres que trabajan intensamente por la igualdad en este ámbito. Entre ellas, encontramos a Christine Mayr-Lumetzberger, más dedicada a escuchar su vocación y las necesidades de las personas, que al anticuado sistema normativo del Vaticano.

Usted estudió para ser maestra de Infantil, pero desde 1976 a 1981 vivió en un convento. ¿Cómo es que se hizo monja tras sus estudios?

Pertenezco a los años del Baby-Boom, entonces había ya muy pocos puestos de trabajo como maestra. Además, en aquel tiempo para mí se hizo muy importante el futuro de mi Orden religiosa. Yo tengo una facilidad natural (capacidad innata) para lo religioso, algo que comparo con el talento musical. Cuando una persona “musical” toma en sus manos un instrumento musical y lo toca, algo sucede, siente alegría al tocarlo, incluso aunque quizás necesite aún practicar mucho.

¿Por qué dejó el convento después de cinco años?

En 1979 murió Pablo VI y Juan Pablo II fue elegido Papa. Con él llegó a la Iglesia un “telón de acero”, una “restauración”, que hizo que se me quitaran las ganas de seguir ahí. De pronto llegó una nueva censura, había que pedir permiso para todo, no se podía ir más “de civil”, verdaderamente, un retroceso. Se desarrolló un clima desagradable.

¿Cómo es hoy, más de 30 años después?

Con el Papa Francisco se han vuelto a abrir las ventanas. Hoy se está produciendo un resurgimiento, entonces era justo lo contrario. Creo que la gente hoy vuelve a confiar. Con su antecesor, Benedicto XVI, personalmente esperé que fuera más espiritual y comenzara el resurgimiento. Sin embargo, creo que por su edad y por el hecho de no tener una personalidad líder, esto no se produjo.

Tras su tiempo en el convento, trabajó más de diez años como asistente espiritual en un hospital. En 2002 recibió la ordenación sacerdotal. ¿Por qué rechaza la Iglesia Católica Romana que las mujeres ocupen ese puesto?

En el año 1995 me sentí conectada al deseo de las personas que formamos la Iglesia, tras el escándalo de los abusos sexuales del Cardenal Groer, porque una de las peticiones era la igualdad para las mujeres. En aquel entonces yo era profesora y desarrollé un programa de formación para las mujeres, en correspondencia con el seminario para sacerdotes de los varones. Incluso uno de los tres grupos lo dirigí yo. En 2002 pensamos: si nuestro querido Dios quiere sacerdotisas, ¡entonces las tendrá! Nos preparamos para ello, si no salía nada, por lo menos que no fuera por no esforzarnos. Tras algunas semanas, dos obispos se pusieron en contacto con nosotras, de modo que la ordenación quedó asegurada.

¿Por qué fue excomulgada ese mismo año?

Estos obispos se movían al margen de la legalidad, ya que está expresamente prohibido ordenar a mujeres. Para que la excomunión sea levantada, debería reconocer que la ordenación no fue válida. Pero esto sería un pecado contra el Espíritu Santo, lo cual constituye un nuevo castigo, ya que algo que Dios ha dado no se puede rechazar tan fácilmente. Es un truco eclesial, por una parte para afrontar la cuestión, pero por otra, para no cerrarla del todo. Esto es, soy sacerdotisa, aunque no esté permitido y siempre bajo castigo, pero válidamente ordenada.

¿Pero no tiene ninguna comunidad propia?

Visito a aquellas comunidades que así me lo piden. Hay comunidades que me piden una celebración, una boda, o un entierro. Soy una “trabajadora itinerante” de la Iglesia. Voy a donde muchos sacerdotes no van. Muchas personas están decepcionadas porque han perdido la conexión con su comunidad parroquial. Hay muchos párrocos a los que la gente simplemente no se acude.

En 2003 recibió la ordenación episcopal y desde entonces es la única obispa de Austria.

Sí. En aquel momento se dirigieron a nosotras otros obispos, querían ordenarnos obispas sin falta, de modo que la sucesión apostólica quedara en nuestras manos. Así se transmite la tarea de los apóstoles al tercer milenio. No se debe entender desde una perspectiva histórica, sino que es parte de la Tradición, que un obispo incorpora a otro al ministerio mediante la imposición de las manos. En Austria soy la única, en el mundo hay unas doce obispas.

¿Por qué piensa usted que la Iglesia castiga tan fuertemente a las sacerdotisas?

Temen la competencia. Las mujeres dan siempre el 150%, los hombres quizás el 80%. Las mujeres están preparadas, se comprometen, y esto lo temen muchos hombres, temen ser medidos en comparación. También hay hombres misóginos en la Iglesia.

¿Cree usted que en lo que resta de este siglo, las mujeres podrán ir al seminario?

Sí, sin duda. En Europa el número de sacerdotes cae en picado, la “cura de almas” será llevado a cabo por las mujeres, en algún momento esto será ineludible. Hace 150 años no había ni profesoras, ni juristas ni médicos que fueran mujeres. Las primeras mujeres en esas profesiones fueron muy mal tratadas. Hoy es totalmente normal.

¿Por qué no levanta la Iglesia el celibato, aún no estando establecido por la Escritura?

Una primera razón es que los sacerdotes no están muy bien pagados. Con su sueldo malamente podrían mantener una familia. Sin embargo, esto se podría arreglar seguramente, ya que otras confesiones como la evangélica o la anglicana lo tienen resuelto.

Usted fue profesora hasta hace 4 años. ¿Qué tendencia observaba en la infancia y la juventud en relación a la fe?

Muchas familias han sido desatendidas por las parroquias debido a su estructura: matrimonios separados, segundos matrimonios, hijos de parejas no casadas, familias reconstruidas etc. Hace algún tiempo veía con horror cómo había sacerdotes que no bautizaban a los hijos de parejas no casadas o monoparentales. Con esta discriminación no es ninguna sorpresa que haya mucha gente que no quiera tener nada que ver con la Iglesia. Los sacerdotes deben tomar conciencia de que ellos son meros servidores, que los sacramentos no les pertenecen, ellos son meros instrumentos, y no tienen derecho a negar a la gente el bautismo, el matrimonio o la predicación.

 


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