Artículo original en:
http://www.irishtimes.com/life-and-style/people/mary-mcaleese-a-thorn-in-the-church-s-side-1.1840003
Traducción de Priscila:
Al describir los planes del Papa Francisco sobre el sínodo sobre la familia como “demenciales”, Mary McAleese está abogando por una Iglesia Católica más activa y comprometida.
Algunas personas se han sentido ofendidas en nombre del Papa Francisco debido a que Mary McAleese, la antigua presidente de Irlanda, lanzó la palabra “demencial” en su dirección. Un representante de la Iglesia Católica dijo que era impropio de una jefe de estado el hablar de ese modo. Una carta recibida en este periódico describió sus declaraciones como terriblemente injustas.
En una conferencia en la Universidad de Dublín el lunes pasado, al recibir la medalla Ulises de la universidad, McAleese criticó el plan del papa de pedir al sínodo de obispos del próximo octubre que le asesoraran sobre el magisterio de la Iglesia sobre la familia. Dijo: hay algo profundamente erróneo y sesgado en pedir a varones célibes revisar el magisterio eclesial sobre la vida familiar. Ya sólo la idea de que 150 personas que han decidido que no van a tener hijos, no van a fundar sus propias familias, no van a ser padres y no van a ser esposos; esto es, no van a tener ninguna experiencia propia sobre la vida familiar del modo en que el resto de nosotros la vivimos, pero ellos serán los que asesoren al Papa sobre la vida familiar es totalmente demencial.”
El año pasado el Vaticano hizo circular un cuestionario a los católicos de todo el mundo buscando conocer su opinión sobre las cuestiones pastorales del matrimonio y la familia. En su entrevista del pasado lunes, McAleese dijo: “les escribí y les dije que yo tenía un cuestionario mucho más sencillo, sólo de una pregunta, que es la siguiente: ¿cuántos de los hombres que vais a reuniros para asesorar al Papa en la cuestión familiar habéis cambiado alguna vez un pañal a un bebé?”. Para mí ésta es una pregunta muy, muy seria.
Es dudoso que el Papa Francisco, franco en su modo de hablar, se sienta ofendido por algo de esto. Podrá estar en desacuerdo con la sustancia de lo que dice McAleese, pero su modo de hablar difícilmente podrá alterarle. Después de todo, éste es el Papa que ha aconsejado a su clero que “bajen” y se “ensucien” entre la gente, de modo que “huelan” como ellos; y el que ha hablado acerca del narcisismo de papas y teólogos. McAleese sólo está siendo coherente.
Cuando McAleese era una jovencita, la primera persona a la que confió su deseo de ser abogada fue a un sacerdote amigo de la familia. “Su respuesta instantánea fue decirme que me olvidara por completo de ello, ya que yo sufría dos defectos que eran, según su punto de vista, insuperables. El primero era que yo era una mujer, y el segundo, que no tenía contactos en el mundo del derecho.”
Continuó: “esto me lo dijo con la autoridad despreciativa que intenta acallar la protesta o el debate. El poseedor del conocimiento supremo, la certidumbre total, ha hablado, y eso era todo”. El mismo sacerdote, casualmente, llevaba un registro contable de las indignidades sufridas por los católicos debido al gobierno protestante de Stormont, muchas de las cuales, irónicamente, implicaban el alejar a los católicos de sus puestos de trabajo por la única razón de ser católicos.
“La ironía sobre la similar exclusión grupal de las mujeres, desafortunadamente le pasó desapercibida”.
Pero, sin embargo, no le pasó desapercibida a su madre, quien “me había inculcado un respeto hacia el sacerdocio muy cerca del temor reverencial. Sin embargo observé, atónita, como mi madre retiró al clérigo de su silla y fue invitado a marcharse antes de haber terminado la cena”. “Tú – fuera”, rugió. “Y tú, me dijo, ignórale”. Éste fue el único consejo que he recibido en toda mi vida de mis padres en cuanto a mi elección profesional.
Ignorando a aquel sacerdote, y siguiente el consejo de su madre, McAleese fue una de las primeras mujeres que estudió derecho en la Universidad Queen’s de Belfast. Fue la primera católica y primera mujer directora de su Instituto Profesional de Estudios Legales y, en 1993, su catedrática de derecho. En 1994 se convirtió en la primera mujer vicecanciller de la universidad. Claramente, seguir el consejo de su madre e ignorar el de un clérigo varón célibe, era el camino a seguir.
En marzo de 1997, antes de ser nominada a la presidencia de Irlanda, escribió en el semanal católico británico “The Tablet” que “los hombres y mujeres más inteligentes pueden reconocer el discurso sexista, no importa lo adornado que se presente y lo distinguido del ponente, desde una distancia de millas”. Y continuó: “cuando el Santo Padre admite que la Iglesia puede haber sido algo sexista en alguna ocasión, esperamos que la siguiente declaración obvia sea que la Iglesia va a hacer una profunda y rigurosa autocrítica de sí misma. Esto es, va a tratar de comprender cómo su propia reflexión, su propia comprensión de Dios, ha sido sesgada y dañada por 2.000 años de vergonzosa “ciencia barata” disfrazada de teología o aún peor, de la “voluntad de Dios”. Pero esta declaración no llega. Por el contrario, la “gran escopeta”, el obús de la infalibilidad es armado y disparado”.
Pero esto no es suficiente para el laicado actual, según McAleese. “¿Los fieles callan y se lo tragan? ¿Se someten humildemente a un edicto cuyo propósito es la perpetuidad? No, en Irlanda, no. Actualmente, argumentan en contra, armados con las conclusiones de los más recientes estudios, que con rigor y sin piedad sacan a la luz a los teólogos dogmáticos más conservadores.
“Actualmente, se puede escuchar a mujeres de fe profunda que dicen sentirse llamadas al sacerdocio. Ellas hablan con una confianza recién encontrada y son escuchadas con un respeto recientemente hallado”.
En una entrevista de 2012 con Gay Byrne de RTE televisión, declaró que, en relación a la negativa al sacerdocio femenino de la Iglesia católica, había escrito al Papa Juan Pablo II preguntándole si, con su postura al respecto, ella seguía siendo realmente miembro de la Iglesia.
Recibió una preciosa carta en respuesta, asegurándole que sí, que en efecto, ella seguía siendo miembro de la Iglesia, pero instándola a esforzarse por aceptar el magisterio de la Iglesia. Entonces, escribió al entonces arzobispo de Dublín, Desmond Conell, solicitándole documentación sobre esta cuestión. Lo que recibió fue unos estudios extremadamente pobres, dijo.
Ese mismo mes, octubre de 2012, McAleese tuvo clara su misión para su vida post-presidencial, con la presentación en Dublín de su libro de derecho canónico “Quo Vadis?”: se va a convertir en una “molestia” para Roma para el resto de sus días. “Estoy aquí para largo”, dijo, avisando a las autoridades eclesiásticas. “Háganse a la idea”.
Para el resto de mi vida, dijo, “aquí es donde me sitúo; en el corazón de la lucha de mi Iglesia para ser parte en un mundo donde prevalezca el amor”.
Continuó: “por primera vez en los 2.000 años de historia de la Iglesia Católica, tenemos el fenómeno de un laicado educado. La Iglesia no sabe muy bien qué hacer con nosotros, porque durante 2.000 años nunca ha tenido que vérselas con un laicado educado.”
El gran cambio futuro será que los laicos dejarán de ser pasivos. “Harán lo que el canon 212.3 dice: Di a tus pastores lo que piensas. Dales a conocer tu opinión”.
Asimismo, en relación a los sacerdotes irlandeses silenciados por el Vaticano, ella les defiende como abogada, con la base de que no se les ha permitido defensa en el proceso. Todos fueron “llamados y condenados” sin su conocimiento y sin saber que estaban siendo investigados. Únicamente se les dio a conocer su sentencia final.
Por ahora, Mary McAleese reside en Roma, haciendo su doctorado en derechos de la infancia en el derecho canónico. Prevé que esté terminado a finales del próximo año. Su intención, incluso ambición, es continuar incordiando en Roma acerca de su actitud hacia las mujeres, homosexuales, el gobierno, el celibato obligatorio y más hasta el final de sus días. Con 63 años, todavía le quedan muchos.
Piensa llevar a cabo esta tarea mediante artículos ocasionales, conferencias y entrevistas, como la de la UCD de esta semana. A título personal, no tiene ninguna ambición de implicarse en dirigir ninguna congregación u órgano vaticano. Ella sólo quiere permanecer “impropia” en cuanto a la Iglesia se refiere. A aquellos a los que les disguste sólo les queda, en fin, aceptar que no tiene remedio.