Traducción de Priscila.
Artículo original en womenpriests.org
http://www.womenpriests.org/called/answers.asp
Autora: Colette Joyce.
Con frecuencia una mujer se da cuenta por primera vez acerca de su vocación al ministerio ordenado porque alguien le comenta que sería un buen sacerdote. Los sacerdotes son y deberían ser llamados por la comunidad a la que sirven. La propia comunidad debería reconocer y confirmar a aquellos que han sido agraciados para el ministerio. La Iglesia Católica tiene mecanismos para probar y discernir la autenticidad de la vocación. Una vez ha sido confirmada por una o dos personas de su comunidad local, la mujer entonces afrontaría la sobrecogedora tarea de acercarse a la Iglesia más extensa, habitualmente en la persona de su autoridad: sacerdotes y obispos. Admitir a alguien que quieres ser ordenada puede llevar a preguntas muy abrumadoras. La primera vez que afronté esta situación me vine abajo y me callé. Pero poco a poco he ido descubriendo ciertos patrones familiares en las preguntas y preparando las respuestas. La cuestión de las mujeres llamadas al sacerdocio en la Iglesia Católica puede convertirse en una ocasión de diálogo y no ser reducida a una aserción de la autoridad por una de las partes y una experiencia de opresión por la otra.
La dificultad de estas preguntas es que revelan los prejuicios del que pregunta y no suelen ser hechas para recibir respuesta sino para señalar al que responde que está claramente equivocada.
Todas estas preguntas me las han dirigido a mí o a otras mujeres que conozco. Las respuestas están dirigidas a mujeres que están trabajando en su llamada a la ordenación pero pueden ser de ayuda para cualquier persona que se encuentre en situación de apoyarlas.
P1. ¿Por qué no te haces monja?
Durante siglos, la vocación aceptada para la mujer que deseaba entregarse al servicio de la Iglesia de Cristo era entrar en la vida religiosa, fuera como contemplativa o como hermana religiosa activa. Hoy hay aproximadamente 800.000 mujeres católicas en la vida religiosa en todo el mundo y, a pesar del fuerte descenso en el número en occidente, se mantiene como el papel predominante de las mujeres en la Iglesia Católica.
La vida religiosa, sin embargo, debe ser cuidadosamente distinguida del sacerdocio. Es un error tratar a los sacerdores y a las monjas como equivalentes directos varón-mujer. La vida religiosa implica su propia vocación y tiene formas tanto masculinas como femeninas. El equivalente masculino a la monja es, o bien el monje contemplativo o el religioso activo. Lo que es diferente es que los hombres pueden ser sacerdotes además de ser monjes o miembros de órdenes religiosas.
Cuando las mujeres puedan finalmente ser ordenadas sacerdotes algunas probablemente provendrán de órdenes religiosas, como en el caso de los hombres. Otras mujeres puede que elijan ser hermanas religiosas sin ordenación, como es el caso de muchos hombres que optan por ser hermanos religiosos.
P2. Hay muchas otras cosas que las mujeres pueden hacer en la Iglesia. ¿Por qué quieres ser sacerdote?
Hay, por supuesto, muchos otros ministerios en la Iglesia en los que las mujeres pueden implicarse y en muchos de ellos hay muchas mujeres que quieren ser sacerdotes que ¡ya los están llevando a cabo! Catequista, profesor, capellán, con los jóvenes, misionero, trabajador social, teólogo, órganos ejecutivos diocesanos… se puede encontrar mujeres desempeñando todos estas tareas con habilidad y bien. El sacerdocio trae en sí una responsabilidad distinta en la Iglesia, fundamentalmente en su vida sacramental. Es una función para la que creemos que las personas son llamadas por Dios y confirmadas por las comunidades. Si esto es algo que te ha sucedido, entonces es fácil de comprender.
P3. ¿Qué tiene de malo tener un papel activo como laico?
Nada. ¿Qué tiene de malo tener un papel activo como sacerdote?
P4. ¿No es más importante ser santo que ser sacerdote?
En efecto, lo es. Por otra parte, el 65% de los santos canonizados han sido hombres ordenados. Si la Iglesia Católica ordenara a mujeres, entonces las mujeres ¡tendrían mayor probabilidad de tener reconocida su santidad! En serio, la búsqueda de la santidad es la primera obligación de cualquier cristiano. Incluso si el sacerdocio impidiera la santidad, entonces es preferible dejar el sacerdocio. Sin embargo, la estadística citada muestra que santidad y sacerdocio no son incompatibles.
P5. El sacerdocio debería ser para el servicio. ¿Por qué las mujeres quieren poder?
Si el sacerdocio es para el servicio, entonces con mayor razón las mujeres deben buscarlo. La cuestión sobre el poder habitualmente refleja la experiencia del que pregunta sobre los sacerdotes-hombres que ha conocido y que están en posesión de cierto tipo de poder.
P6. Las mujeres católicas no quieren ser sacerdotes. No puedes ser realmente católica.
Hay muchas mujeres que han nacido y crecido en la Iglesia Católica así como otras muchas que han sido llamadas a ella posteriormente por la gracia de Dios, quienes, con dudas, y frecuentemente con resistencia han llegado a reconocer que su llamada es a lo que es. Algunas de estas historias están testimoniadas en esta website. Aquí existe clara capacidad para, a partir de la herencia Católica, tener una visión de un sacerdocio apropiado para la Iglesia Católica.
P7. ¿No estarías mejor uniéndote a otra Iglesia donde puedas ejercer tu ministerio?
Tristemente, muchas mujeres han llegado de hecho a esta conclusión y han tomado la normalmente difícil y dolorosa decisión de ir por otro camino y ejercer su ministerio en otra Iglesia que diera la bienvenida a sus dones. Permanecer con esperanza, aunque las opciones estén muy limitadas, a veces es sólo elegir la cruz de la humillación y el rechazo. Amar la Iglesia Católica y desear servir en ella, y que sea negado, puede hacer la decisión de permanecer un sacrificio real. Asimismo, igualmente puede ser un sacrificio el dejar atrás la tradición que uno valora y ama. Como me dijo una mujer una vez, aquí hay sin embargo una oportunidad ecuménica. “Si las mujeres empiezan a cruzar las líneas entre confesiones con suficiente frecuencia, quizás un día las borren”. Los católicos están aprendiendo de la experiencia de otras confesiones con mujeres en el ministerio y las están apoyando en sus luchas para obtener reconocimiento y transformar las estructuras que habitualmente responden a modelos exclusivamente masculinos. Del mismo modo, muchas mujeres (y hombres) de otras denominaciones siguen con atento interés los progresos a favor de la ordenación de las mujeres en la Iglesia Católica y son un apoyo para aquellos que permanecen en nuestra tradición y han tomado postura a favor.
P8. ¿No puede ser que el querer ser sacerdote católico te enfade y frustre demasiado?
Inevitablemente es frustrante para una mujer vivir una vocación que no puede desarrollar. Cuando una mujer se ha dado cuenta de que se siente en una situación de opresión, quizás incluso ha perdido un puesto que antes tenía porque ha hablado de su llamada, entonces sí, hay bastante rabia. Pero como cualquier otra difícil situación de la vida en la que hay rabia, ésta debe ser canalizada en sentido beneficioso. Siempre hay llamadas dentro de una llamada. Cualquier mujer que sea fiel a su sueño debe encontrar el modo de desarrollar por lo menos una parte de su vocación que le haga feliz. ¡Nadie va a querer a un sacerdote enfadado y frustrado!
P9. El Papaha hablado definitivamente y no va a cambiar. ¿Por qué simplemente no aceptas el Magisterio de la Iglesia?
Es precisamente uno de los más duros y dolorosos momentos el darse cuenta de que uno está un paso fuera del Magisterio de la Iglesia que uno ama y en la que ha encontrado a Dios. Algunas se marchan y la Iglesia pierde. Otras se quedan y aceptan en silencio aunque su corazón diga otra cosa. Y otras se quedan y son proféticas. Ecclesia semper reformanda. Como descubrimos en la historia de salvación, siempre estamos aprendiendo sobre el Reino que Dios quiere que creemos y esto puede incluir guiar el camino hacia cambios en la Iglesia.
P10. ¿Serías un sacerdote célibe?
Aquí en realidad encontramos dos cuestiones que requieren ser separadas. Por una parte, la cuestión sobre la disciplina de la Iglesia y qué grupos de personas deberían ser considerados para la ordenación y, por otra, una cuestión personal sobre la elección sobre el estado de vida. La decisión sobre a qué estado de vida es llamada, debe hacerla cada mujer individualmente. El celibato es una llamada poderosa en sí misma, con su propio énfasis en el testimonio escatológico, y no debe ser tomado a la ligera. La unión entre la llamada al celibado y al sacerdocio ha sido así en la Iglesia Católica sólo desde el siglo doce. La elección de sólo célibes para el sacerdocio en los tiempos actuales es reconocido como perteneciente a la disciplina de la Iglesia más que al depósito de la fe. Hay mujeres, así como hombres, que se sienten llamados al sacerdocio, y que están casados, solteros, célibes, divorciados, homosexuales y heterosexuales. Tal y como yo lo veo, la mayoría de las cuestiones sobre el género, sexualidad y sacerdocio son cuestiones que se refieren al abordaje del género y sexualidad en el Magisterio de la Iglesia en general y estas áreas requieren una profunda revisión para la Iglesia de este nuevo siglo.
P11. Seguro que hay cosas mucho más importantes que hacer en la vida que hacerse sacerdote.
Sí. Las hay. Pero esto no es una razón que haya frenado a aquellos que actualmente sirven en el ministerio ordenado. Más de un hombre joven con el que he hablado, que se está formando para el sacerdocio me ha dicho que siente que puede hacer un mayor bien al mundo como sacerdote. Muchas mujeres sienten lo mismo. En último término, la llamada al sacerdocio viene de Dios. Si algo es de Dios, ¡no se le puede oponer!
P12. ¿Todo el que quiera ser sacerdote debería poder serlo?
No. Siempre será necesario un proceso de discernimiento con las personas que tratan con las necesidades espirituales de la comunidad. El daño que puede hacer una persona no apta, un abusador, por ejemplo, es muy grande. Aquellos que se ofrecen, hombres o mujeres, deben demostrar su aptitud para las tareas que desarrolla un sacerdote e intuición sobre el aspecto divino de su llamada. Siempre se me dijo que la principal cualidad que un sacerdote debe tener es ser una persona de oración.
Colette Joyce